lunes, 10 de febrero de 2014

EVA SIN PARAÍSO | Celesta Alba Iris | Vol. 8 Colección Escritores en su tinta







EVA SIN PARAÍSO 
Celesta Alba Iris 
Vol. 8 Colección Escritores en su tinta
Cascada de Palabras, cartonera 



Índice
Renegociar la esperanza
Vivir para contarla
Un Adán a la medida
Gimnasta de corazón
La inolvidable primera vez
Un, dos, tres por mí y por todos...
Ser o no ser según el Registro Civil
Gimnasta que sueña
Gritar con blindaje
Vibrar al margen
El síndrome de los años
Si el apocalipsis no
Nutrición impuntual
No fui princesa Disney
La palabra que busca y busca




PRESENTACIÓN

Escribo una columna para prensa, la llamo Eva sin paraíso. Comencé estas colaboraciones en diciembre de 2008, luego de la invitación del Periódico Expreso de Ciudad Victoria, Tamaulipas. Entonces había menos voces de mujeres participando en su página editorial, y la convocatoria supongo, buscaba equilibrar el exceso de testosterona en la sección. Actualmente el texto se publica cada jueves en diferentes medios impresos y electrónicos del estado, así como del Distrito Federal.

Este ejercicio de opinión me ha permitido observar y compartir mi perspectiva sobre los más variados acontecimientos que en los días se han presentado. Algunas de las columnas tuvieron la fortuna de contar con la aprobación expresa de algún lector, otras en cambio incomodaron a dos o tres. Sin embargo, a más de doscientas cincuenta semanas de exponer la propia mirada sigo creyendo que es una tarea legítima, en lo personal necesaria, y que ganar la aceptación del lector no siempre debe ser el fundamento del texto, sino llevarlo a la reflexión, conmoverlo o mostrarle nuestra percepción, no obstante que ello signifique perderlo temporal o definitivamente.

A veces, sin proponérmelo, las palabras fluyeron distantes del comentario periodístico, y algunos de esos textos son los que recupero en esta colección. Realicé algunos cambios menores, cierta limpieza que con la relectura advertí como ineludible. A pesar de ello, la vida textual de la Eva sin paraíso que atravesó los años 2008 a 2013, se condensan ahora en este breve recuento personal.  

Nadie sabe del todo, dice Borges, lo que le ha sido dado escribir. Finalmente, a querer o no, termina uno trasminándose en los trazos de sus palabras.
Celeste Alba Iris



RENEGOCIAR LA ESPERANZA

Todos los primeros días del año desde que tengo uso de razón, es lo mismo: Se anuncian las nuevas alzas, se pronostican los alcances de la crisis. Se nos asusta con el filo de las garras, lo pronunciado del colmillo. Algunos siguen persignándose, muchos hastiados levantan el brazo; mentar la madre a la desgracia suele ser señal de fortaleza. Otros, apenas subimos y bajamos los hombros. El porvenir es una constante, una mochila en la espalda con la que hacemos el camino.

Soy de la generación del caos monetario. Numerosos recuerdos de infancia son pronósticos de devastación económica. Aún no se poblaba el bigote de los muchachos y ya tenían el saldo agotado. Muchas nostalgias de juventud son aquel desafío, ese mañana sin rendirse en un país con la hipoteca vencida.

Para nuestros padres conseguir una plaza laboral era la certeza de días mejores: hacer familia, veintiocho o treinta años de producción activa., luego el tiempo de viejo con una pensión reglamentaria. Los obreros de PEMEX ganaban bien. Sacudía la pobreza pertenecer al sindicato. Entrar a CFE, a TELMEX, o trabajar en el Seguro Social, dignificaba la jornada. Las empleadas bancarias y las azafatas lucían glamorosas sus zapatillas, uniformes con mascada al cuello, maquillaje líquido de Max Factor, colorete rojo, sus enormes y tupidas pestañas Pixies abanicaban la ilusión del “mientras me caso”.

Sin embargo, un empleo de planta no representó para nosotros un futuro con horizonte. Somos trabajadores de confianza o autoempleados. Aquellos que no, se enlistan en la fila de suicidas. De este último batallón, bien vale festejar los desertores. No se cuántos, desde los que recordamos a Luis Echeverría como nuestro primer presidente, lograrán jubilarse (conste que no es una falta de gramática, de antemano sé que no pertenezco a esa afortunada estadística).

Baste ver lo que han hecho con sus adelgazados ingresos nuestros contemporáneos que heredaron una plaza de Petróleos, o en manos de quién vino a quedar el orgullo de Teléfonos de México. Las sobrecargos y las chicas de la ventanilla que trabajan ahora aún casadas, ganaron sobrepeso, malhumor, desesperanza. Usan zapato de piso, el cabello recogido, una bata de tergal, uniformes económicos. Las he visto servir con las medias rotas, con la sonrisa y la mirada descolorida.

Hoy se critica a quienes ganan mejor, se pugna por disminuir las prestaciones. Nos escandaliza el aguinaldo de los del Seguro Social, de los maestros homologados o con doble plaza… ¿En qué momento se convirtió en inmoral ser bien retribuido? ¿Por qué pareciera antipatriótico hasta jubilarse? ¿Cuánto vale nuestro esfuerzo cotidiano? Y eso… ¿para qué nos alcanza?

Por lo pronto, tenemos ya nuestros pocos pesos de más al salario vigente, nuestros muchos gastos con precios aumentados... Pero lo que verdaderamente debemos mantener a la alza, no hay de otra, es la fe que nos mantiene guardando el equilibrio en la cuerda floja de los días, año tras año.

 

 

VIVIR PARA CONTARLA

               ¡Esas son hembras!, decía papá cada vez que alguna actitud o acción femenina lo sorprendía. Precisamente esa frase perdida en los tiempos de mi infancia regresó cuando escuché hablar a la secretaria de Seguridad Pública en Michoacán, Minerva Bautista Gómez, narrando para el noticiario los por menores del atentado al cual sobrevivió en abril. La funcionaria quien declaró que 2 700 plomazos, 10 granadas y un puño de sicarios ejerciendo fuego durante 15 minutos no la lograron ultimar, es lo más parecido en la vida real a la Mujer Maravilla.

¿Se acuerdan de sus brazaletes poderosos elaborados con “feminum”, metal extraordinario proveniente de la isla Paraíso, con los que la heroína podía repeler todo tipo de proyectiles y rayos para lograr salir ilesa?

Más exactamente, a Minerva el gobierno michoacano le concedió un blindaje en su camioneta tipo “vivir para contarla”. Seguro luego de esta demostración de calidad los proveedores repuntarán sus ventas.

Habrá quienes crean que esta es la prueba irrevocable de que los milagros existen, de que alguna gracia le ha sido concedida a la elegida por Dios y el Diablo para atravesar un chaparrón de plomo y no mojarse.

Así sucede cuando se cuenta con un eficiente ángel de la guarda... pero ¿Y si fuera cierto que algún hada le concedió al nacer un don antibalas? ¿O acaso tendrá un pacto satánico? ¿Qué Chamán le acorazó el aura? De no ser así, entonces que nos diga ¿a qué santo prende sus veladoras? ¿Usted cree que debieran canonizarla? ¿Escribirle un corrido? Por lo mínimo concederle el indulto... aunque ella insiste en no tirar la toalla sin importarle aquello del cántaro que tanto va al agua...


¡Cómo quisiera un poquito de sus meados para hacer un tecito!, decía mamá bromeando cuando encontraba en una persona rasgos de personalidad deseables. Su idea era que preparando una infusión con unas cuantas gotas de las aguas de otro, podría adquirir los talentos o conducta de los cuales carecía. Como a mí hasta los cohetes me asustan y no me gustan las pistolas ni de agua, admito que al concluir la entrevista a Minerva Bautista, consideré la posibilidad de ese remedio imaginario de mi madre, pues en este tiempo nacer equipado con corazón de pollo y piel delgada, no resulta del todo conveniente.




LA INOLVIDABLE PRIMERA VEZ

La cuenta de las ocasiones comienza siempre en ese primer tiempo. Los minutos corren y a su paso dejamos de ser los mismos. Construimos así, las improntas en nuestra memoria. Aquí la crónica de la primera y hasta hoy, única ocasión que asistí al Estadio Marte R. Gómez de Ciudad Victoria, para ver un partido del equipo de fut bol Correcaminos.
Tarjeta amarilla: Usé un pantalón verde aqua y una blusa de manta con bordados étnicos. Nada más inapropiado para esa noche de delirio. Cuando sentí la mirada de más de un iniciado me di cuenta del error.

Uno debe respetar el uso y la costumbre de cada ceremonia. A los partidos del “Corre”  se va preferentemente con la camiseta del equipo o vestido en naranja, blanco y azul, hay cierta licencia para el tono de los pantalones. Existe tolerancia también si se usa el uniforme del trabajo, siempre será  bien visto pasar de la oficina al estadio cuando el tiempo no da para más. Lo tomaré en cuenta en la próxima. A estas alturas pienso que debí dejar que me pintaran en la entrada el ave naranjiblanca en la mejilla…

Medio tiempo: Las flautas del receso han ganado cierto carácter simbólico. Cruz Valadez ha alimentado los ánimos durante los quince minutos de descanso desde que el Correcaminos jugaba en los años ochenta en el Estadio Universitario. La gente se junta en el pasillo tras las hieleras dispuestas para la venta. Algunos comen de pie, abren la boca y lanzan la mordida con ese estilo que da el entrenamiento frecuente. Equilibran su plato para no tirar el repollo y el tomate, para que no se escurra la salsa. Muy pocos las piden para llevar a la tribuna. Los vendedores de cerveza y refrescos suben y bajan la gradería. Con dos goles a favor los bocados saben mejor, se hace necesario beber algo para la resequedad de la garganta. En lo personal no tengo hambre a estas horas de la noche, y con respecto a los líquidos, prefiero evitar las vueltas posteriores al baño...

En la liga de ascenso: Presumo mi instinto futbolero. Vamos a ganar le digo a la aficionada de a lado. Sí, responde en medio del éxtasis. ¿Cuándo fue que pasamos a primera división la última vez?, le pregunto en un tono convincente. Ella responde como los enamorados que se sobreponen a la distancia. Creo que en 1986.

Entonces la observo con cuidado y me doy cuenta que es muy joven. Seguro ella no los ha visto nunca jugar en esa categoría, pero también se que es una mujer de fe. Algo en su corazón le dice que ganar, que lograrlo es posible, y eso no está a discusión. El estadio está lleno, tan repleto como llegaron las hieleras de las flautas del “Qué pasou” antes que comenzara el partido, y en todos los asistentes ni duda cabe que esta vez sí. ¿Habrá reunido el viacrucis tantos devotos en la ciudad durante Semana Santa? El “Corre” juntó a 18 mil esta noche y con las gradas desmontables pueden llegar a 24 mil... Yo también tengo la certeza del triunfo, la verdad no hay ningún instinto en eso. Acabo de ver a un jugador del equipo contrario dar un traspié con la pelota, irse por sí mismo de bruces al pasto. Hay casos en los que el oponente es su peor enemigo…  

Gol: Las mujeres que gustan del futbol y las que andamos explorándolo siempre estamos dispuestas a la charla. Una amiga me descubre a lo lejos y me llama al celular. Atravieso las gradas y me siento en las escaleras para comentar los por menores del día. El partido sigue y de súbito los hombres se paran y comienzan a manotear reclamando a la árbitro. Tengo que ponerme en pie porque de no hacerlo me darán un golpe al descuido. A la mujer del silbato también podría tocarle uno, sin embargo creo que con ella si hay intenciones aparentes.
¡Arbitra culera!, le grita un indignado. Me sorprende. No la palabra, pues la conozco de antes, sino saber que en el futbol hay equidad de género…


Podría contar mucho más, pero se me acaba el espacio. Además cuando se edite esta columna, habrá la historia de un juego más reciente. Sin embargo, usted sabe cómo es eso de la primera vez: nunca se olvida.



LA PALABRA QUE BUSCA Y BUSCA

           Siempre hay una palabra. Transitamos con ella a lo largo de la vida. La palabra es la piel de nuestro instante.

La pronunciamos cuando el hijo crece en el vientre, cuando lo arrullamos, cuando lo animamos a caminar a nuestros brazos. De pronto, ese primer paso se vuelve una palabra, y luego otra, y otra.

Con el tiempo crece el banco de palabras, la cuenta crece y acumulando su valor nos volvemos cada vez más humanos. Con un saldo a favor siempre habrá por lo menos, la palabra asombro, la palabra búsqueda, la palabra constancia o la palabra fe.

Luego la palabra toma forma, se traza y surca la memoria de los días. Se hace presente en un cuento, una tarea escolar, una adivinanza, un certificado académico, una carta, un poema, un contrato, un acta, un recado, un recibo, una oración, un diagnóstico, una receta, un epitafio.
No hay forma mientras estamos vivos de quedarnos sin palabras. Lo más cercano a eso sería convertirnos en hombres o mujeres de pocas palabras, de palabras cortas, de tristes, volubles, inestables, amenazadoras o pobres palabras.

Siempre hay una palabra que nos delata. Que habla a los demás de lo bien o mal que nos llevamos con las palabras. Si la ausencia de un beso de palabras nos mantiene hechizados somos como anfibios atrapados en el lodo esperando una llovizna de palabras.




CELESTE ALBA IRIS

Ciudad Victoria, Tamaulipas, 1968. Escribe desde el año 2009 la columna Eva sin Paraíso, la cual se publica en destacados periódicos de Tamaulipas y portales electrónicos. Entre otras distinciones, obtuvo en el año 1997 el Premio Estatal de Poesía Joven “Juan José Amador”, convocado por la UAT. Tiene publicados los poemarios, Cualquier día de la semana (CECAT/1994),  Costumbre de vivir (UAT/1999), Lunafaz (ITCA/2011), y Abierto por inventario (publicación de autor/2013). Coordinó el volumen colectivo de ensayo Aquella voz que germina, retrosubjetiva de poesía tamaulipeca (Gobierno del estado de Tamaulipas/2010). Está incluida en diversas antologías nacionales. Es creadora del taller de escritura creativa para niños, Mis manos sonríen, mi lápiz canta; y del Encuentro de escritores, Los santos días de la Poesía. 

Dirige el portal electrónico, La Isla de tus ojos, Mujeres de la poesía cubana en el siglo nuevo, el cual surgió luego de desarrollar una residencia artística en Cuba el  año 2012. Actualmente es responsable del proyecto Verbigracia, Poetas tamaulipecos, el cual fue seleccionado por el FONCA en la convocatoria 2013 del Programa de Fomento y Coinversiones Culturales.

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